martes, 24 de mayo de 2011

Otra vez los recursos públicos al servicio de la campaña (Editorial Siglo 21)

En el mitin en el cual participó Patricia de Arzú, presidenciable del unionismo, se repartieron entre los comensales tablas que contenían los “Mandamientos de Dios”. Entre otros, se leían sentencias como “No usen mi nombre sin el respeto que se merece” o “Recuerden que el día de descanso es un día dedicado para mí”. Horas antes, en el predio  de autobuses  municipales de la Atanasio Tzul, se habían reunido algunas personas que momentos después escucharían el discurso de la candidata.


“Volvamos nuestro corazón hacia Cristo, preguntémosle en qué le estamos fallando de acuerdo a sus mandatos y oremos en familia para que Él nos perdone y nos restaure”, dice en el reverso de la tabla que allegados a la señora de Arzú repartieron entre los oyentes. Ya en el predio, las personas abordaban buses de la comuna que la institución financia con fondos públicos, para ser llevados a la sede central del Partido Unionista (PU), en la Avenida La Reforma, donde se encontraron con la presidenciable y algunos de sus colaboradores, entre quienes estaban trabajadores de la Municipalidad, como Álvaro Hugo Rodas, vicepresidenciable del PU y director de Obras de la gestión del alcalde Álvaro Arzú, así como Amílcar Montejo y hasta el fotógrafo de la entidad edil.

La historia, aunque matizada con llamados a la fe, el respeto a Dios y a su Palabra, no se diferencia de otros actos proselitistas en los cuales se dispone de los impuestos para realizar tareas partidarias. Como ocurrió el pasado 14 de enero, cuando el Gobierno usó carros de la Policía Nacional Civil (PNC) para movilizar personas a la Plaza de la Constitución a fin de que escucharan el discurso presidencial del tercer año de gobierno, ahora el PU, en una muestra de abuso y prepotencia, dispone de buses públicos, tiempo laboral y quién sabe si fondos para llevar el mensaje de su candidata.

La movilización de gente en automotores de la PNC y el uso de la Bolsa Solidaria con fines clientelares han quedado impunes, pese a las evidencias fotográficas existentes. Aquellos funcionarios que ordenaron o consintieron la violación a la Ley disfrutan los placeres de la solidaridad partidaria, en una muestra inequívoca de que en el Gobierno lo inmoral se premia y lo ético y correcto se castiga.

“Preguntémosle (a Dios) en qué le estamos fallando”, dice parte de uno de los Mandamientos. Ojalá que esa respuesta divina llegue pronto, pues es obvio que requerimos orientación celestial para conducirnos honestamente, pero mientras la indicación llega, bastaría con un examen de conciencia y una buena dosis de arrepentimiento para congraciarnos con el Creador y los ciudadanos.